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martes, marzo 21, 2006

Las damas y el vagabundo


Si preguntamos a alguien por los ingredientes básicos de una película de Charlot, seguramente nos hablará de patadas, tartas, carreras, policías…y mujeres. Pobres mujeres indefensas, damas de la alta sociedad, orondas elitistas, frágiles cenicientas…esas son las mujeres que han compartido pantalla con el pequeño vagabundo creado por Charles Chaplin, mostrándonos la visión que el cineasta tenía del género femenino: unas veces compasiva; resentida, otras; siempre contradictoria. Haremos un recorrido por las relaciones entre el vagabundo y las damas a través de sus películas.

No nos vamos a detener en los primeros cortos de Charlot, en los que el personaje todavía no estaba definido y en los que Chaplin no tenía el control definitivo de sus producciones (aunque lo iba adquiriendo progresivamente). En esta primera etapa, las mujeres de Charlot no diferían en exceso de las que aparecían normalmente en las películas cómicas de la época. En estos films, la mujer no era sino un mero objeto de conquista que servía de pretexto para desencadenar un concierto de patadas y golpes entre dos o más pretendientes. Otra variante es la de la “mujer gorda” (que es más una caricatura que una persona, tanto así que a veces es interpretada por un hombre), objeto de burla y humillaciones, que llevarían a las feministas de hoy a querer quemar muerto (como ya lo quemaron vivo, aunque por otras razones) a Charles Chaplin.

A medida que Chaplin va adquiriendo poder sobre su obra fílmica, la visión de la mujer se va personalizando, al igual que el resto de los elementos. Así, la actriz Edna Purviance va encarnando el prototipo de fémina desvalida, hambrienta, víctima de la sociedad. Esta mujer, omnipresente en la obra de Chaplin, debe mucho a la madre del cineasta, cuya figura es de suma importancia en su vida. La madre de nuestro director fue una artista fracasada que tuvo que sacar adelante a dos hijos de padres distintos en condiciones de extrema pobreza, de los cuales hubo de separarse para ser encerrada en un hospital psiquiátrico. Chaplin otorga a las mujeres de sus películas lo que su madre no tuvo: les regala a Charlot. Un hombre mágico y angelical que se entregará a ellas en cuerpo y alma, arriesgando el propio pellejo por salvar el ajeno. A veces, estas mujeres pagarán los esfuerzos del vagabundo correspondiendo a su amor. En otras ocasiones, una vez hayan obtenido su ayuda, elegirán a otro depositario de sus afectos mientras que el pequeño Charlot se desvanece en la lejanía con la satisfacción del deber moral cumplido (el deber más olvidado por casi todos, tal vez por no estar escrito en ninguna parte). En estas escenas observamos el resentimiento contenido hacia todas las jovencitas por las que Charlie fue rechazado en sus años mozos.

En los “largos” del autor es donde estos prototipos de mujer se desarrollan de forma más rica. Así, en “El Chico”, nos encontramos con la madre soltera, abandonada por el hombre hipócrita; rechazada por la sociedad: de nuevo la madre de Chaplin. Sin embargo, aquí el director le concede el reencuentro con el hijo perdido, reencuentro que él nunca tuvo realmente con su madre, consumida por la locura. Reencuentro que viene acompañado de la gratitud de la protagonista hacia el pobre hombre que cuidó del pequeño: visión amable de la mujer- víctima.

En “La quimera del oro”, el personaje de Georgia tiene relaciones con un hombre bruto e insensible que no la merece. Para ella, el inexperto y romántico vagabundo es un entretenimiento, un pasatiempo al que rompe el corazón sin tener conciencia de ello. Finalmente, Chaplin concede a la mujer la capacidad de mirar dentro del corazón de su ridículo pretendiente para descubrir así el sincero amor que le profesa, aceptándolo sin saber que el pequeño vagabundo es ahora un hombre rico: dulce saboreo de las mieles del triunfo para nuestro héroe. Redención para la mujer.

“El Circo” nos ofrece uno de los finales prototípicos de las películas de Chaplin: el abandono de la chica, que prefiere a un galán alto y simpático, obviando los esfuerzos que ha hecho el pequeño hombrecito por ayudarla. Charlot, que incluso ha contribuido a la unión de la flamante pareja, no parece quejarse de su situación. Deja marchar sus ilusiones en caravana y se aleja resignadamente hacia su destino. No hay resentimiento en la actitud de Charlot. Frente al orgullo que otros cómicos (Cantinflas, por ejemplo) muestran ante el rechazo de la mujer y el desprecio desengañado de otros (los hermanos Marx), Charlot acepta su derrota. Charlot deja que la chica se vaya con otro, porque sabe que ese “otro” puede ofrecerle todo lo que él, como desarrapado, jamás podrá aportarle. El vagabundo es socialmente inferior, e inferior se siente también como persona (aunque no lo sea). Por eso no hay desdén contra la mujer, porque piensa que ella ha tomado la única solución lógica y posible.

Más ambigua y bella es la escena final de “Luces de la ciudad”. La florista ciega reconoce en un instante el hombre gracias al cual ha recobrado la vista, a costa de su propia ruina. La florista, decimos, “puede ver ahora” que aquél que empezó a hacerse pasar por millonario para conquistar su amor, tuvo que mantenerse en su papel para ayudarla en su curación. El millonario no es otro que Charlot, con el que estelariza el intercambio de miradas más escalofriante que un servidor ha visto en una pantalla. No sabemos si en esta ocasión habrá desdén o agradecimiento por parte de la mujer-víctima, pero sí que hay reconocimiento, que no es poco.

“Tiempos modernos” supone un cambio de ritmo. Paulette Goddard, con su moderna belleza y su voluptuosidad vitalista inspira en Chaplin un nuevo tipo de mujer que, de hecho, también tiene algo que ver con la figura materna. Goddard encarna ahora a la mujer-luchadora, que sale al mundo para alimentar a su familia, que pelea junto a Charlot, que sueña con Charlot, y que se convierte en compañera de triquiñuelas del personaje (las honestas triquiñuelas de los pobres).Es, finalmente, la mujer que camina junto al vagabundo hacia su destino. Ella lo afronta con un gesto fuerte, duro, resignado, que el maestro de la pantomima consigue suavizar, dejando muy claro que sí tiene algo que dar en un mundo en el que nadie da nada: una sonrisa.

El mismo prototipo femenino encontramos en “El Gran Dictador”. Aquí, la humilde Hannah (nuevamente Goddard) alza su puño junto al bastón de nuestro héroe, frente al cual toma incluso la iniciativa sexual y al que secunda en sus escaramuzas callejeras contra las fuerzas de Hynkel. Nuevamente la mujer-luchadora. Hannah inunda de fuerzas al barbero judío que es y no es Charlot (del mismo modo que Hynkel es y no es Hitler). De hecho, las últimas palabras de la cinta, si recuerdan bien, no se ciñen al contenido político que todos sabemos, sino que están dedicadas a Hannah. Es decir, las últimas palabras de Charlot, aquéllas con las cuales se despide (parcialmente) del cine, van dedicadas a la mujer, siempre a la mujer: la mujer víctima, la desdeñosa, la luchadora, la compañera, la amada-enemiga de la poesía cancioneril…; para ella habla Charlot por última vez.

Afortunadamente, la carrera cinematográfica de Charles Chaplin no acaba aquí, y sus siguientes películas ayudarán a enriquecer y matizar la imagen femenina de la que hemos venido hablando. No obstante, el vagabundo, ya diluido en “El Gran Dictador”, no estará presente (al menos de forma expresa) en las siguientes cintas del genio, que esperamos abordar en otro momento.

Ahora, discretamente, preferimos guardar silencio y que nuestra negra figura se aleje hacia el horizonte blanco, tal vez en el camino encontremos una mano amiga que nos quiera acompañar…

12 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Qué buen artículo amigo Chespiro... pues sí la verdad que la madre de Chaplin es el quid de, yo creo, toda su obra, no sólo del retrato de mujeres. Aunque me reconozco más "Keatonista" (siempre me gustaron las mujeres más activas cómicamente de las películas de Keaton) reconozco que el final de Luces de la Ciudad es de lo mejor que se haya rodado nunca ("puedes verme ahora?") y siempre me cayó muy bien Paulette Godard que creo que era muy buena actriz cómica.
El final del Gran Dictador siempre me emociona...
"Mira hacia arriba Hannah, al alma del hombre le han sido otorgadas alas y vuela hacia el arcoiris"
Llamadme cursi pero esa frase me pone la carne de sopicaldo Avecrem :O)

4:03 p. m.  
Blogger Chespiro said...

Pues ya somos dos los "emocionados por Chaplin". Como se dice en otro tema del blog:
"Sí, somos cursis, lo aceptamos...y que nos deje en paz".
A mí, el discurso final de "El Gran Dictador" me chirría un poco, aunque me gusta que las últimas(y casi primeras) palabras del vagabundo no se ciñan a lo político, sino que vayan dirigidas a la mujer.
Desconozco el papel de las mujeres en las películas de Keaton. La verdad, no es muy difícil que sean más activas que las de Chaplin, ya que, salvo Goddard, suelen servir de "tristes princesas" para el lucimiento de Charlot.

12:11 a. m.  
Blogger Eli Cohen said...

Enhorabuena por tu blog, me ha parecido fantástico. Esperemos que Ibañez continue ilustrando y perforando nuestros estómagos con estos -como bien has definido- antiheroes de la infancia.

Un saludo

2:48 p. m.  
Blogger Chespiro said...

Gracias por tu visita.
Y aunque en este post se hable de Charlot, la mención a Ibáñez no es ningún disparate.
Hay relaciones confesas por parte del autor.

1:30 a. m.  
Blogger Fercho said...

Hace poco vi "Monsieur Verdoux". Una película poco etendida en su momento (e incluso creo que hoy). El retrato de las mujeres aquí es varipinto, ya que existe una verdadera galería de tipos: desde la mujer "amada" (familia), la mujer independiente pero caricaturizada,la señora de antes, la mujer cortejada y una mujer que evoluciona desde la nada hasta la cumbre.

9:53 a. m.  
Blogger Chespiro said...

Sí, sí, "Monsieur Verdoux" es un auténtico mosaico. Pero lo que sorprende aquí no es tanto la variedad de mujeres como la actitud que Chaplin adopta ante ellas...Parece que Verdoux se venga de los desaires hechos al pequeño vagabundo.

2:15 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

Decia el clown frances Pierre Etaix que el final del Gran Dictador era como si el payaso de toda la vida se quitara la nariz y les dijera al publico "Mirad chicos, os he estado mintiendo todo este tiempo, en realidad soy muuuy inteligente" O sea algo que un clown no deberia hacer bajo ningun concepto...
Te lo digo por si te sirve para ese nuevo tema que estas rumiando
De nada! y a mandar ;O)

9:55 a. m.  
Blogger Chespiro said...

Pues gracias, amigo Choko.
En realidad, esa frase resume la idea esencial de lo que pensaba escribir.
Confiaré en mi capacidad para enrollarme, jeje.

1:14 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Hablando de nuevo de las mujeres de Chaplin, sería también interesante ver que en su primera película "Toma el dinero y corre" Woody Allen mantiene una relación muy parecida con la chica a las que tenía Charlot, para después irse convirtiéndose sus personajes femeninos- hablo de las primeras comedias- en más "keatonianos" (por Buster) sobretodo con la llegada en su vida de otra Keaton (Diane, claro)
PD: Por cierto, siento haberte puesto las cosas difíciles, pero todos creemos en tu capacidad así que Valor... y al toro! (Homenaje a tu amor por Ibañez, je, je)

12:51 p. m.  
Blogger Chespiro said...

Ah, pues esa es una de las pocas (o no tan pocas) de Allen que me quedan por ver.
Por cierto, ¿sabías que el "Keaton" de Diane es por Buster, precisamente?

1:37 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Sabía que no usó su apellido (Hall de ahí lo de la peli "Annie Hall") porque ya había una actriz o cantante que usaba ese nombre, pero la verdad es que no conocía esa admiración de Diane hacia el bueno de Buster...
Si puedes cogete en dvd "Toma el dinero y corre" verás muchas cosas que parecen calcadas de Chaplin como el gag del montacargas... Igual que en una entrevista de trabajo de la peli, Woody suelta que en otra ocasión trabajó como "fabricante de botas comestibles para escaladores de alta montaña" :O)

1:46 a. m.  
Blogger Chespiro said...

Jajaja, me están entrando ganas de verla.

3:37 a. m.  

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