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sábado, marzo 18, 2006

Mortadelo y Filemón: la decepción


La presente viñeta ilustra uno de los finales recurrentes de las historietas de Ibáñez. Tras haber mandado a sus agentes a la más peligrosa de las misiones, el Súper aparece confirmado que todo ha sido un error, que el objeto que con tanto ahínco habían estado buscando Mortadelo y Filemón no es tan valioso como se pensaba en un principio, o que la declaración del testigo que debían proteger no era tan valiosa después de todo. Visto esto, no es de extrañar la reacción de sus subordinados:



En esta historieta en concreto, Filemón, intentando cumplir las órdenes del Súper, se ha estrellado contra un árbol, ha sido víctima de una inundación, de una mordedura de serpiente, se ha cubierto de gloria después de que descargara sobre él un camión de desatascado de alcantarillas y pozos negros, y ha perdido los dientes al aterrizarle un pedrusco en la cara. Posteriormente, la aparición del Súper aclarando que todo ha sido en vano, acaba desatando la ira del empleado, cuya frustración lo conduce a la venganza. ¿Para qué han servido, pues, sus esfuerzos, sus golpes y sacrificios? Al final, la misión resultó ser un chasco.

Esta convivencia con el fracaso es algo habitual en las historietas de Ibáñez, y mucho más aplicable a nuestra propia vida de lo que podríamos pensar en un primer momento. Lo que le ha pasado aquí a Filemón es lo que le pasa a cada pareja que se separa después de sortear muchos obstáculos, a cada currante que es despedido de su empleo después de años de sacrificio. Tanto esfuerzo…¿para nada? Incluso la vida humana, más allá de estos problemas concretos, es susceptible de someterse a este esquema. Los que pensamos que cuando se nos cierran los ojos y se nos tuerce el gesto no hay ningún “más allá” más allá del agujero, bien podríamos plantearnos esta reflexión. Te pasas la existencia intentando labrarte un futuro, una familia, un empleo, superando enfermedades, zancadillas y luego…

Luego, de forma insolente, llega el señor Súper disfrazado (ahora le toca a él) de Parca y te dice que ya está, que se acabó, que se te acabó la página. Y el ser humano, que no es un personaje de Ibáñez, ni siquiera puede coger a este Súper y lanzarlo por un acantilado o encerrarlo en una jaula con siete cocodrilos del Nilo. La resignación parece ser lo único que queda. Visto así, el panorama sería bastante desolador.

Sin embargo, leyendo las historietas de Mortadelo y Filemón, uno se da cuenta de que las cosas no son tan simples. Ibáñez lleva años enseñándonos que el gag final, ése que cierra la historieta, no ha de ser el mejor, ni siquiera el más importante. Poco importa que el documento importantísimo que hayamos estado buscando durante toda la historieta resulte ser al final una receta de cocina: lo importante es la sucesión de gags, el desarrollo de la historia en sí. Eso es lo que ha divertido al lector, eso es lo que ha dado vida a los personajes, su motor, su esencia, su razón de actuar y de ser.

Del mismo modo, poco nos importa a nosotros el gag que un sádico dibujante nos tenga deparado para el final de las diversas aventuras que emprendemos a lo largo de nuestra vida. Nuestra esencia, como la de Mortadelo y Filemón, es la de ir viviendo nuestra propia misión, ir intentando, probando y fracasando para volver a intentarlo otra vez. Y es en ese devenir de caídas, de trompazos, de roces y de disfraces donde está el verdadero sentido nuestra existencia como personajes de la gran historieta que es el mundo.

En definitiva, aunque puede que un irónico Super-intendente nos tenga preparada la más decepcionante de las desilusiones tras habernos dejado el pellejo por la TIA, por mi parte, no pienso renunciar al placer de seguir haciendo y deshaciendo mi historieta gag tras gag, descalabro tras descalabro, hasta acabar la página.

Al fin y al cabo, los chichones duran dos viñetas.

12 Comments:

Anonymous Anónimo said...

"Zarandeame, pegame, tirame todas las tartas a la cara, yo me caeré mil veces y mil veces me levantaré, pero ni por un momento pienses en quitarme la dignidad, porque entonces seguro que me revolveré y mi venganza será terrible"
Esto podría ser una norma clave para los clowns, y para los dibujos del cómic y las películas animadas, y quien sabe si no esconde, como tú apuntas, amigo Chespiro, alguna que otra lección para la vida...

7:03 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

enhorabuena por el artículo, Mister Chespirot.
Quedan muchos aspectos de la obra de IBáñez sino por descubrir, al menos por desglosar convenientemente. Y usted ha empezado magníficamente. A seguir en la línea...

9:08 a. m.  
Blogger Los Burgomaestres said...

Todo un moderno, el dibujante Ibáñez. Sí, señor, bien visto, don Chespiro. ¡Enhorabuena!

9:13 a. m.  
Blogger Chespiro said...

Gracias a todos ustedes, amigos, por sus comentarios.
De acuerdo contigo, Choko, esa filosofía de vida puede ser compertida por todos los grandes clowns (payasos, cómicos...) y no podemos olvidar que en la creación de Mortadelo y Filemón hay un trasfondo "payasil" que se remonta a los orígenes del cine, como Ibáñez ha señalado en más de una ocasión.
Ahora bien, aplicar estas reglas a la vida diaria...Se puede conseguir, pero ¡cómo cuesta!

9:35 a. m.  
Blogger Gordito Relleno said...

Enhorabuena por el artículo. Todo eso es muy aplicable a la vida diaria. Al fin y al cabo a veces parece que vivimos en viñetas y al terminar el día ponemos el cartelito de CONTINUARÁ y tras la elipsis del sueño (que también daría tema para muchas historietas)proseguimos nuestra aventura a la mañana siguiente.

3:23 a. m.  
Blogger Chespiro said...

Ciertamente, la tan criticada estructura episódica de los álbumes de Ibáñez tiene más de real que las historias largas "de continuidad" de otros autores.
Cada día nos tenemos que enfrentar a la búsqueda de un nuevo diamante, llave, trozo de plano o calcetín.
Ya saben a qué me refiero.

3:35 a. m.  
Blogger Antonio Tausiet said...

Inconmensurable

9:37 a. m.  
Blogger Chespiro said...

Gracias por el comentario, viniendo de quien viene.
Espero verle por aquí de vez en cuando.
Y a mí que el tío ése que baila me recuerda a Mortadelo...

1:41 p. m.  
Blogger Gordito Relleno said...

A mí me recuerda a Ibáñez

3:52 a. m.  
Blogger Chespiro said...

Jajaja, sea quien sea, está muy contento.

4:07 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

Esa resignación y ese desastre final se superan con la risa.Supongo que es algo muy subjetivo,pero a mi Ibañez me contagia optimismo por las cosas,a pesar de la miseria,la estupidez y la violencia de esa ciudad de cartón piedra donde viven sus personajes.Enhorabuena por estos puntos de vista tan interesantes y necesarios.Besitos¡

3:44 a. m.  
Blogger Chespiro said...

Estoy de acuerdo contigo, Juarma.
No solamente se superan con la risa, sino que la risa es la única forma de superarlos.
Es curioso eso que dices acerca del optimismo que te inspira Ibáñez. A mí me sucede lo mismo, aunque si nos fijamos bien, hay una visión pesimista del hombre y del mundo en sus cómics.
Sin embargo, el pesimismo de Ibáñez no es amargo, ni llorón, sino descreído, jocosamente desengañado y por lo tanto, sabio.
Es tal el distanciamiento que marca entre autor y personajes (y entre lector y personajes) que, aunque nos identifiquemos con ellos, no podemos sufrir ante sus desgracias.
El esperpento, nada menos.

4:13 a. m.  

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