Gemelos eternos
Zipi y Zape son, sin duda, unos de los personajes de la Primera Escuela Bruguera que mayor éxito alcanzaron y aún en los albores del siglo XXI gozan de una más que considerable popularidad. El nacimiento de la serie emblema de Escobar se remonta a 1948, año en que aparecieron en el número 57 de la emblemática revista Pulgarcito. El autor jugaba una baza segura en el diseño primigenio del esquema de su historieta, ya que la tradición de niños traviesos había dado ya series tan exitosas como Max und Moritz, The Katzenjammer Kids. A pesar de esta influencia de Wilhelm Busch, el dibujante español supo dar a Zipi y Zape una personalidad propia que los diferenciaba de sus “gemelos” foráneos. Frente al carácter más gamberro de éstos, los personajes de Escobar presentaban una inocencia y candidez distintivas . Por otra parte, en aquella época de la historia de España, resultaba impensable que los personajes hicieran maldades conscientemente, por lo que los daños ocasionados a terceros se debían, fundamentalmente, al error, al equívoco o a la mala suerte. Zipi y Zape son un ejemplo paradigmático en ese sentido.
Los gemelos de Escobar hacían gala de las mejores intenciones en todo momento, aunque el “hado adverso” (como ellos solían decir) intervenía para causar el desastre por el que habían de ser castigados. Desde este punto de vista, estos personajes son la más clara representación del “incomprendido”, figura constante en la obra de Escobar. A pesar de la candidez de los gemelos, hay que apuntar que en sus primeras historietas, éstos presentaban un carácter más agresivo que el que después conoceríamos. Esta agresividad se observa también en la actitud de su padre, don Pantuflo Zapatilla (Raguncio Feldespato, en la primera historieta). Así, era frecuente que el rígido catedrático de Numismática, Colombofilia y Filatelia aplicara los más diversos tormentos a sus hijos para penalizar su conducta . Esta violencia inicial es un punto en común con las otras series de Bruguera y no se puede entender fuera del oscuro panorama de la España de posguerra. Frente a otros personajes del mismo Escobar (Carpanta, por ejemplo), don Pantuflo Zapatilla representa a aquellas personas a las que las cosas no les fueron precisamente mal después de la guerra civil (tanto su propio nombre como su rimbombante profesión reflejan su aburguesamiento).De hecho, don Pantuflo vive confortablemente en un mundo regido por axiomas indiscutibles en el que prima el orden y la disciplina, valores que serán inevitablemente dinamitados por sus vástagos. Dicho esto, no parece exagerado decir que Zipi y Zape representaron, en su momento, una suerte de inocente anarquía, al poner patas arriba el sistema establecido encarnado por sus padres. No obstante, para poder pasar la censura, los gemelos tenían que ser duramente castigados por sus “maldades”, lo cual nos sirve para baremar el ambiente de represión de la época.
Por su parte, el personaje de doña Jaimita aparece más desdibujado en los primeros tiempos. Actúa como el conformista brazo derecho de su esposo, con el cual guarda una relación de respeto jerárquico, aunque también defiende ocasionalmente a sus hijos cuando los considera víctimas de una injusticia. Curiosamente, el de los Zapatilla fue uno de los escasos matrimonios de historieta que consiguieron pasar la censura franquista, tal vez porque, frente a los conflictos entre marido y esposa de otras series, Escobar convirtió a sus personajes en unos cónyuges bien avenidos, hasta incurrir en la parodia: “¡Oh, esposo dilecto!¿Sabes que cortas muy bien el cabello de los niños?”. Con estos mimbres, Escobar fue tejiendo el cesto de la que sería su serie estrella. Durante la década de los cincuenta, desarrollará con gran habilidad un esquema bastante simple: los gemelos interpretaban mal los doctos consejos de su padre o intentaban ayudarlo en alguna tarea, siempre con resultados catastróficos.
Durante esta década, la radicalidad de las primeras páginas se irá atenuando, tanto en la forma como en el fondo. El diseño de los personajes se hace menos agresivo y la “sala de los tormentos” y los cuchillos de carnicero se verán sustituidos por el “cuarto de los ratones” y el clásico sacudidor. También don Pantuflo irá convirtiéndose progresivamente en un padre amantísimo, sin llegar a perder nunca su intolerancia. Este carácter más amable viene determinado por la llegada de “los nuevos tiempos”, así como por las imposiciones de la censura (el decreto de 1955 que regula la libertad creadora de las revistas infantiles y juveniles). Así llegamos a los años sesenta, con el tono de la serie mucho más atenuado. Los personajes afianzan durante toda esta década su popularidad y se presentan ya con el diseño y personalidad que todos conocemos, proporcionándonos algunas de sus mejores páginas, que en muchas ocasiones ocuparán la portada de Pulgarcito.
Los años 70 marcan un cambio en la forma de hacer historieta en nuestro país. En vistas a la proyección internacional de los personajes y siguiendo la estela de las ya estrellas indiscutibles de la casa, Mortadelo y Filemón, los gemelos de Escobar pasarán a protagonizar una serie de aventuras que no son sino historietas de cuatro páginas publicadas de forma serializada y luego reunidas en álbumes. La vuelta al mundo ( 1971) fue el primero de una quincena de álbumes en los que Escobar tuvo que recurrir a un dibujo ligeramente más elaborado (por “exigencias del guion” había que incluir ambientaciones diferentes a las que servían de marco a sus personajes ). Sin embargo, este modo de hacer no acababa de adaptarse al estilo del autor , por lo que pronto se volvió al esquema de historietas autoconclusivas (generalmente de cuatro, pero también de seis, ocho o más páginas). No hay que pensar que esta vuelta a los orígenes se debiera a una bajada de ventas, ya que el nacimiento de la revista Zipi y Zape (1972) puede servir para medir la popularidad de los personajes. Más bien hay que pensar que el costumbrismo de Escobar, siempre apegado a la realidad social más inmediata, hacía que las andanzas de los gemelos no encajaran bien en ámbitos exóticos, alejados del entorno casero y urbano.
El inicio de la realización sistemática de historietas de cuatro o más páginas (en décadas anteriores ya podíamos encontrar historias más largas aisladas en números “extra”) obliga al autor a utilizar nuevos recursos narrativos. Las historias de una sola plancha con el esquema de “chistes hinchados” han quedado atrás y para desarrollar la nueva forma de hacer historieta es necesario dotar a la serie de un grupo de personajes secundarios. Así, el primito Empollín pasa a llamarse Sapientín. Es el número uno de su clase y aprecia a sus primos, aunque es poco solidario. Por su parte, el profesor de nombre y diseño variables de épocas anteriores pasará a llamarse don Minervo (otro adulto enorme, sapiente y recto, que hará las veces de don Pantuflo en el ámbito escolar). A mediados de los 70 se incorporará Peloto,el envidioso,siempre empeñado en desbancar a Zipi y Zape. Todos estos personajes permiten desarrollar con mayor amplitud las tramas de los gemelos en la escuela. En este ámbito, los protagonistas siguen siendo unos inadaptados. Son creativos y voluntariosos, pero estas actitudes no son valoradas en el contexto del aprendizaje memorístico de la época, motivo por el cual ,a pesar de sus aptitudes, únicamente obtendrán continuas calabazas (hecho que los aleja cada vez más de su anhelada bicicleta, símbolo de lo inalcanzable).
También en los 70 toma forma la figura del gendarme, don Ángel, afrancesado (“acensurado” , como diría Escobar) para no tener problemas con los cuerpos de seguridad del estado. Don Ángel tiene su némesis en el Manitas de Uranio, el caco oficial del barrio, al que Zipi y Zape ayudarán a detener en varias ocasiones. Muchos otros delincuentes anónimos son capturados por los gemelos en esta etapa, en la que protagonizan bastantes historietas en las que actúan como “quijotescos detectives”, tal vez por seguir en la línea de otras series de éxito de Bruguera (Mortadelo y Filemón, Anacleto, Sir Tim O´theo). Los conflictos caseros amplían y desarrollan fórmulas de décadas anteriores, retomando viejos esquemas o creando algunos nuevos (los intentos de evitar las visitas de la familia Plómez son un ejemplo de las preocupaciones aburguesadas que sufren los Zapatilla).
Por la calidad del dibujo, así como por el despliegue de recursos que Escobar demuestra en los años 70, podemos decir que esta década es una de las más afortunadas de la serie (a pesar de que la carga crítica de los primeros tiempos ha disminuido notablemente) y una de las más apreciadas por el público infantil de hoy, gracias a las reediciones. Los años 80 nos aportarán poco y repetirán excesivamente viejos esquemas. El dibujo se hace más cuadrangular (proceso que había comenzado a mediados de la década anterior) y, tras la incorporación de Escobar a Ediciones B, observamos un notable descenso de la calidad de las historietas de finales de los 80 y principios de los 90. Los chistes malos de Zape, la aparición de las atractivas niñas Nati y Tina son algunas de los escasos cambios que sufre una serie que empieza a no tener más interés que contemplar la encomiable dedicación e ilusión que un octogenario Escobar sigue poniendo en su oficio.
A modo de conclusión, podríamos preguntarnos los motivos por los que los gemelos de Escobar siguen al pie del cañón a principios del siglo XXI (bien en Internet, protagonizando juegos de ordenador o su propia serie de televisión). Suele aducirse como clave del éxito la conexión con el público infantil, al ser niños los personajes, aunque esta explicación es insatisfactoria. Muchos otros niños de historieta han poblado las páginas de los tebeos antes y después que Zipi y Zape y ninguno se ha aproximado a su éxito. Las aventuras actualizadas de los gemelos de manos de Ramis y Cera tampoco han tenido la acogida esperada y el público ha demostrado seguir prefiriendo las historietas originales, aun cuando el contexto que las vio nacer se haya quedado claramente desfasado. Sin duda, las claves de este éxito hay que buscarlas en la sencillez de un dibujo sin alardes pero lo suficientemente expresivo para transmitir emociones y sentimientos, en la claridad narrativa de las tramas, en el ingenio de los diálogos y de las situaciones, así como en el enorme encanto y humanidad que desprenden los personajes de un autor que dedicó gran parte de su vida a alegrar las nuestras.
19 Comments:
Típico comentario de prueba...
Y otrooo
Una vez leido este interesante artículo , solo me queda dar mi más sincera enhorabuena a su autor, esperando que le sigan muchos más articulos.Mucha suerte
Buen artículo, si señor.
Me han entrado ganas de cometer un acto de locura y llevar todo el dinero que tengo para pagar el piso a la libreria más cercana para que me los cambién por ZyZ.
Lectura pseudobligatoria.
Jeje, gracias, amiguetes. Tenéis el dudoso honor de haber estrenado el blog...
Espero veros por aquí a menudo.
Una formidable manera de arrancar su blog, amigo Chespiro. Gran artículo, sí señor. ¡Enhorabuena!
Se agradece el comentario, señores burgomaestres.
Brillante análisis de la pareja de gemelos más famosa del tebeo español y de la evolución de la obra del maestro Escobar.
Una gran satisfacción poder disfrutar de otro blog donde podamos recrearnos con interesantes acercamientos al Universo Bruguera (entre otras cosas)
Felicitaciones al Sr. Chespiro y un orondo saludo.
Enhorabuena por el feliz nacimiento de tu criatura, amigo Chespiro. Y un aplauso por este estupendo artículo sobre uno de los mayores clásicos de la historieta española. Hace tiempo que rebusco por las librerías de viejo para hacerme con todos los Olés pequeños de Zipi y Zape que encuentro, ya que Ediciones B no parece interesada en una edición completa y cronológica que esta serie merecería.
Para quien no quiera rebuscar mucho, recuerden que Ediciones B está reeditando una serie de 14 tomos de Super Humor de Zipi y Zape dibujados por Escobar, y hay también otros dos tomos que recogen toda la etapa de Ramis y Cera. Pero si usted sólo puede comprarse un tomo, no lo dude: hágase con el nº 14 de los de Escobar, que hace un recorrido por toda la trayectoria del maestro.
No estoy de acuerdo en que las historietas de los ochenta no aporten nada. Al contrario, como se dice en "Escobar, Rey de la Historieta", es entonces cuando el dibujo es más preciso (si cito eso es porque yo también lo pienso).
Y los personajes se mueven perfectamente en su Universo Zapatilla. Si alguien hace un vídeojuego de Zipi y Zape basado en los personajes de Escobar y no en otros engendros (películas o dibujos animados) espero que el jugador pueda usar cualquier personaje porque todos tienen su forma de actuar al margen de los protagonistas. Y esa característica se definió en los años 80. Como recordatorio, los personajes de Dragon Ball fracasaron en ese intento de tener cada uno una vida propia y se rindieron al "protagonismo de los protagonistas".
Gracias por los comentarios a los que espero que sean futuros asiduos de este su blog.
En cuanto al nivel gráfico de la serie, yo me quedo con el de los setenta... el toque ondulado me resulta mucho más atractivo que la rectangularidad ochentera.
Sí puede ser que en esta última década se consolide la personalidad de los secundarios, pero el germen de la misma, pienso yo, se observa ya en los años setenta. Tal vez sea excesivo decir que esta década aporta poco o nada, pero me refería precisamente a eso, a la consolidación de mecanismos ya asentados.
Se puede ver que los setenta es claramente mi década favorita. Aunque los personajes hayan perdido gran parte de su componente crítico, pienso que las historietas de esta década (y las de la primera mitad de la siguiente) están dotadas de una amenidad en los guiones que no ha conseguido ningún otro autor sin recurrir al gag continuo (esto es, sin usar la técnica de Ibáñez y Vázquez).
Yo también me quedo con las historietas de los 70, pero reconozco que no soy objetivo (¿quién lo es?): ésas fueron las que leí en mi infancia y se me quedaron fijadas para siempre. Las que me gustaría ahora descubrir son sobre todo las de los años 50, prácticamente excluidas de la colección Olé. Las pocas que he leído me han encantado por su humor salvaje y su lenguaje más desopilante que nunca.
Sí, los castigos de Don Pantuflo al final de cada historieta eran geniales...por tremebundos.
Si no se ha editado en Olé hasta el momento esta primera etapa, dudo mucho que en la era de lo "políticamente ya saben" se publiquen, a no ser que lleven el marbete de "Para adultos insensibles".
Tenéis mucha razón...Cuántas brillantes historietas antiguas ( y no sólo de Bruguera, añadamos los negritos antropófagos de Coll y el servicial Babali de Benejam ) resultarían ahora impublicables por no ser "nosecuantamente correctas"
Es que incluso los Zipi y Zape más aburguesados siguen siendo "inadecuados" para los niños de hoy.
Ese padre con el sacudidor (inofensivo, comparado con los objetos contundentes de otros años), ese maltrato psicológico que supone el cuarto de los ratones (no digo que no lo sea, pero yo crecí viéndolo y no pienso encerrar a mis futuros vástagos en una celda del sótano...tal vez porque no pienso tener sótano), esa imagen sumisa de la mujer...
En fin, qué les voy a contar.
Hola, acabo de enlazar tu blog con el mío y he puesto una entrevista escaneada que se hizo a Escobar. Esto no es propaganda barata, que mis cuartos me cuesta el internet.
Ah, no, falsa alarma: he hecho mal el enlace. ¿Por qué no es TODO FACILÓN?
Ahora sí...
Se agradece, maginelmago.
Venga, tos a ver la entrevista...
¡Hombre ya!
Publicar un comentario
<< Home